Hablamos de un abismo. Ves como sonríe pero no notas el calor.
Entonces es cuando tu mundo tiembla y los pensamientos se te agolpan en el cerebro, como las primeras palabras de un bebé. Torpes y sin sentido.
¿En que te convierte lo que te hace grande? En la versión más débil de tu ser.
Sacas la sonrisa y te dignas a mirarlo con timidez. Utilizando el último recurso, dándolo todo por perdido. Y cuando se cruzan las miradas tan solo ves sorpresa y él tan solo ve el brillo de una niña.
Apostaste todo el dinero que te quedaba, princesa. Y la mala noticia es que ya no queda nada, que se ha esfumado hasta el último céntimo.
Se ha pinchado la burbuja en la que vivías. ¿De que vas a alimentar los sueños ahora?
Te giras y te marchas. Con la esperanza escondida de que diga tu nombre y te suelte que te quiere, que lo eres todo, que es un idiota y que te quiere y te quiere y te quiere. Acercarte a él, que te derrita con un beso en el cuello y te susurre sus tonterías al oído.Con la tonta idea de que aún queda un último aliento para ese amor que ya no tiene fuerzas y que, realmente, jamás llegó a existir.
Te marchas con la ilusión aún viva, esperando inútilmente la llegada de ese final feliz de película que no va a llegar.
Nunca.
Me dice la princesa que la llama está viva y le creo. Y entonces el gélido viento viene y se la apaga.