domingo, 2 de mayo de 2010

Time.


Because time...

El tiempo es algo que no se puede retener, que no se puede controlar.
El tiempo se arremolina a nuestro alrededor como columnas de humo tóxico y reciente, que nos hace sentir vivos, que nos hace sentir débiles.
Deja que se desvanezca, pero no lo dejes escapar.
El tiempo es algo que se escapa de fuera de todo el poder que podemos llegar a retener en las manos.
No podemos controlarlo.
El tiempo convierte lo que un día fue un sol en lo que ahora es tan solo sombra.

Argentina. Baia Blanca. 1983.


Ella no puede controlar el tiempo, pero no deja que el tiempo la controle.

jueves, 21 de enero de 2010

Los principes siempre se quedan con las princesas.


Hoy ella os contará un cuento.

Había una vez, en un lugar muy, muy, lejano, un príncipe muy guapo, moreno y alto, este príncipe tenía muchos amigos y era muy conocido en todo el reino.

Un día, cuando el príncipe volvió de luchar en una guerra, empezó una nueva sirvienta a trabajar en palacio, ella no era la más guapa, ni la más esbelta, ni la más delgada, ella no vestía con majestuosos trajes ni llevaba perlas y el pelo recogido con una tiara, ella era de lo más normal, era sencilla, trabajaba, acudía cuando la llamaban, hacía lo que le mandaba, pero sobretodo, la sirvienta no estaba acostumbrada a llamar la atención, ni a destacar entre sus pocas amigas. A pesar de todo esto, y por alguna razón que nadie conoce, el príncipe se fijó en ella.

El tiempo pasó, y todas las sirvientas estaban perdidamente enamoradas del príncipe menos ella, que seguía con su vida, que trabajaba, y que aguantaba todas las tonterías de sus amigas sirvientas, que solo pensaban en el guapo príncipe.

Un día, un paje real, fiel consejero del príncipe y muy amigo de él, se acercó a la muchacha mientas hacía sus tareas, en un susurro le contó que el príncipe solo hablaba de ella y solo pensaba en ella.

-¿Acaso tu lees los pensamientos?- le replicó ella.

-Se le nota en la cara- y sin más, la dejó fregando el suelo del corredor y doblo la esquina.

Ella resopló y siguió con su trabajo, intentado ignorar lo que acababa de oír, la sirvienta no quería nada con el príncipe, sería mejor olvidar el tema, ella no quería convertirse en una niña tonta enamorada como se habían convertido sus amigas, para nada.

Y se convirtió en la peor niña enamorada de todas.

Su imagen le embotaba el cerebro, cuando limpiaba su ropa el olor la dejaba atontada, cuando lo veía sonreír -aún que no fuera para ella- ella sonreía también, cuando le pedía cualquier cosa la hacía encantada, sonriendo, con más cuidado, con más rapidez, se miraba al espejo, se intentaba peinar, se recolocaba el andrajoso vestido, y se convertía en una total devota a una religión a la que ella no había consentido creer.

El tiempo pasó, un mes, dos meses, y las demás criadas dejaron de estar "enamoradas" del magnífico príncipe. Pero ella seguía igual de persistente, no se olvidaba, y a cada momento le resonaban las palabras del paje en la mente, una y otra vez intentaba convencerse de que era una mentira, y de que ahora estarían riéndose de ella, pero nadie podía impedir que la humilde muchacha dejara de soñar.

Pero un día la harapienta sirvienta recibió una misteriosa carta en la que la citaban a medianoche en el jardín del lago de la zona oeste del palacio, su lugar favorito de todo el palacio. Suspiró. La carta no estaba firmada, pero ella, ingenua, decidió ponerse más guapa que nunca, se puso su mejor vestido, sus mejores zapatos, se peinó lo mejor que pudo, se puso unos polvos en la cara, y a las doce menos un minuto estaba allí, puntual.

Por un momento pensó que nadie vendría, que era una broma de mal gusto, pero cuando vio una sombra detrás de ella se volvió y encontró al guapo príncipe mirándola fijamente, el corazón el jugó una mala pasada y comenzó a latir con una fuerza inusitada, delatándola, sus mejillas se ruborizaron y bajó la mirada, él se acercó y le apartó el pelo de la cara, se acercó a su oreja y le susurró que la quería, apenas unos segundos después, la besó.

Y ella le correspondió al beso.

¡Pobre perdición la de muchacha que había caído en sus redes! El príncipe le dijo muchas veces que la amaba, que la quería, que la haría su princesa, que no podía vivir sin ella, que las le bajaría las estrellas y la luna, y en el fragor de la noche, la hizo suya.

Desdichada ella, que sucumbió a sus encantos y le entregó su inocencia. Maldita ingenua que le creyó todos sus embustes.

A los dos días se anunció en el reino el compromiso del príncipe con una bella princesa rubia de un reino muy lejano, y con ello, llegó su desgracia.

¿Por qué había sido tan necia? Como pudo ser tan crédula. Lloró, mucho, y al tercer día de llanto paró, no era demasiado consciente de lo que hacía, ni de que pretendía hacer, pero ya le daba todo igual, ya nada tenía demasiado sentido.

Subió lentamente las escaleras principales, las que estaban reservadas a los nobles cuando no se necesitaban limpiar, y en lo alto de la escalera, rodeada de mármol blanco gritó:

-¡Ahora ya soy tu princesa!

Presa de su locura corrió por todos los pasillos principales, abrió todas las puertas mientras gritaba, “Soy toda tuya, tómame otra vez.” Pobre muchacha, la tomaron por loca, por enferma, nadie sabía a que se refería, y el príncipe salió al pasillo igual que todos los demás y la miró, indiferente, con un deje de extrañeza igual que todos los demás, cerró la puerta y volvió a lo que fuera que estaba haciendo.

Ese mismo día, la sirvienta se tiró del torreón más alto del palacio y perdió la vida.

Nadie jamás consiguió adivinar lo que le había ocurrido.

El príncipe se casó con la princesa.

Ella, tonta e imbécil, se creyó los cuentos de hadas donde el amor siempre triunfa, y no sabía que los príncipes se casan con princesas y los criados con las criadas.

Y así termina esta historia de un amor enfermizo, de un amor loco, la historia de una muchacha que murió por amor, que murió de la manera más triste, sucumbió a la locura, se dejó llevar.

Bendita Soñadora.

Este intento de cuento forma parte de la tabla independiente Fairytale, pienso escribir algunos más parecidos, los típicos cuentos que nos cuentan cuando somos chiquitinas, pero con un final diferente ;)

Con esto no intento nada más que soltar un poco a mi mente y mi inventiva, que anda algo tocada últimamente.

El final no me convence demasiado... pero es muy importante para mi esta historia, por eso le tengo especial cariño :)

Enjoy!

Belén Fernández.

Gracias por leerme :)


lunes, 18 de enero de 2010

Un último aliento.


Ella decidió que hoy no puede más, porque las patadas consiguen hacerte caer.
Ella descubrió que las palabras curan heridas hechas por otras palabras, las heridas hechas con el papel, las cura el papel, y que las heridas que sangran, no se curan con sangre, las heridas que sangran no se curan con palabras, las heridas que sangran no se curan con papel, las heridas que sangran pocas veces se curan, y cuando lo hacen siempre dejan cicatriz, más pequeña, más grande, pero que se queda ahí, marcada, infinitamente sutil, eficazmente voraz, altamente destructiva, haciéndote recordar durante toda la eternidad el dolor, que, perseverante, aguarda con avidez una recaída para volver a atacar con esa fiereza suya tan perseverante.
Ella carece de muchas cosas, una de ellas es la capacidad de sobrellevar las cosas.

Hoy siento que estoy cayendo, ayúdame ahora o déjame llegar hasta el fondo.
Hoy necesito parar el tiempo.
Ella necesita pensar.

En un último aliento te diré todo lo que necesito decirte, en este último aliento necesito decirte todo lo que no te dije aún, lo que dejé escapar y no te dije, en este último aliento de las dos, conseguiremos salir a delante. Para siempre.

Hold me now, I'm six feet from the edge and i'm thinking, that maybe six feet aint so far down.
One last Breath - Creed

Puede que las palabras no curen,
pero ayudan a sobrellevar el dolor.

domingo, 10 de enero de 2010

Si amaneciera sin ti, yo no sé qué sería de mí...

Si en algún momento de mi vida, las palabras faltaran de mi boca, si mis labios–rosados amantes ávidos de los tuyos – perdieran la capacidad de decirte te quiero una vez más, sería capaz de seguir adelante, de pensar con racionalidad, de conseguir una manera de suplir esa carencia, de decírtelo todo con la mirada y aun que seria una pega en mí día a día, volvería a ser yo otra vez.

Si por alguna casualidad, no pudiera volver a ser capaz de unir dos frases con soltura, de escribir algo con el corazón, si la literatura–amiga mía y compañera incondicional–me abandonara sin piedad sé que me moriría un poquito a cada momento, pero jamás llegaría a cuajar de esa manera terrible y mortífera. Si el lápiz y el papel no volvieran a darme ninguna alegría, ninguna sorpresa, ningún disgusto o ninguna satisfacción, si las palabras no dieran su fruto nunca más, estoy segura de que podría dar un paso adelante, y con mucho dolor dejarlo todo atrás y solo guardar un recuerdo en la memoria. Con el tiempo volvería a ser yo otra vez.

Si mis ojos –luceros del alma– no pudieran abrirse jamás, y los colores, la brillantez del sol no volvieran a sorprenderme de esa manera tan suya, si los rostros no me sonrieran otra vez y si el mundo se volviera negro como el carbón, y una oscura pantalla me alejara del mundo y de tu belleza deslumbrante, amor mío, seguiría adelante otra vez sin importarme lo que me faltara y de lo que careciera, por que tu sola presencia iluminaria mis tinieblas más oscuras. Mis carencias serian una razón más luchar contra todo y contra el mundo. Estoy segura de que volvería a ser yo otra vez.

Si la música–diferente, abstracta, sentida y completa– no volviera a llegar a mis oídos, no volviera a llenarme con su infinita sabiduría, si esta noche, o cualquier otra, los Beatles me dejaran para siempre, lloraría, sentada, a oscuras bajo un sol brillante, bajo esta luna tan grande y brillante, lloraría por que me faltaría una parte de mi-otra, quizá no más importante que la literatura, la vista, el arte, o las palabras-, por que me faltaría algo muy importante, quizá demasiado, pero con lucharía por volver a caminar con la seguridad de antes, con esa fiereza indiscutible a tu lado. Volvería a ser yo otra vez.

Si yo –humilde pintora de sensaciones– dejara de moverme para siempre, dueña de mi mente y sin un cuerpo al que dominar, redimida por algo demasiado grande e imposible de ver, por un gigantes invisible de potencia inigualable, y tu siguieras a mi lado, lucharía una vez más por seguir hasta que mi corazón emitiera su ultimo latido en un suspiro voraz y letal. Guiaría mi último esfuerzo en quedarme a tu lado el resto de la eternidad. Vencería en una batalla en la que solo habría perdedores, y en la que la única combatiente sería yo, que fatigada ye en un último aliento levantaría una bandera que significara que siempre seguiría siendo yo.

Pero si alguna vez amaneciera sin ti, yo no sé qué sería de mí... por que no me faltaría una parte de mi, me faltaría mi razón de ser, mi motor de cada día, me faltaría mi alma, me faltarías tu.

Yo jamás volvería a ser yo, y desearía, a cada minuto de mi existencia, desaparecer de este infierno de fantasmas blancos, de recuerdos de un pasado que, a nuestro parecer, siempre fue mejor.

And when the night is cloudy, here is still a light that shines on me, shine on until tomorrow, let it be.

I wake up to the sound of music, mother Mary comes to me, speaking words of wisdom, Let it be.

The Beatles, Let it be.