martes, 12 de abril de 2011

Hijo de puta.


Con fuerza noto el impacto de mi mano contra la piel de su cara. Es brusco el contacto pero la noto suave. La fuerza hace que se le gire el rostro, se vuelve para mirarme e intenta calmarme con sus ojos.
Todo verde, mar infinito.
No aparto la mirada por que me supera el orgullo. Y en silencio me voy dando cuenta de que me desnuda con los ojos, me deja indefensa.
-Joder preciosa, pegas fuerte.
No respondo. Si abro la boca se me cae el mundo, si le aparto la mirada no podré volver a encontrarla.
Que se guarde las palabras para quien se pare a escucharlas. Esta princesa está cansada de tanta palabrería barata.
¿Quien es el débil ahora? 
Me doy la vuelta para marcharme y lo dejo ahí, parado, mirando a la nada. Como un idiota.
Empiezo a caminar, dándole la espalda, con la convicción de no volver a hablarle, a mirarlo, a dignarme a hacerle caso. Diciéndome que no pienso gastar más tiempo en él ni en sus mentiras de galán de traje blanco y mocasines brillantes.
Pero antes de que de tres pasos me rodea la cintura con el brazo y me obliga a mirarlo otra vez.
Se te dilatan las pupilas y te derrites por dentro.
De alguna manera me las arreglo para volver a abofetearlo, quizá con menos fuerza, dejando claro el mensaje.
Y entonces me sujeta la mano con fuerza. El contacto arde, debajo de la piel, como una llamarada latente, e incapaz de apagarla me digno a mirarlo otra vez.
Equivocándome de nuevo.
-Como me gustas cuando te enfadas.
Como odio cuando cuando hace eso con la boca, de sonreír medio de lado mientras me desafía con los ojos.
-Que te jodan, Ca...
Y me da un beso. Sin dejar que termine la frase, dejándome con las palabras en los labios.
Y se que, aún que lo intente, no voy a poder separarme.
Ni aún que utilice todas las fuerzas de este planeta. Todas.
Y se cree sus mentiras otra vez, tan sólo por el placer de jugar.

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